Tras una semana marcada por el
ajetreo, hago la maleta apresuradamente y conduzco hasta Gasteiz. ¡Uff! No es
esta la mejor manera de embarcarse en un viaje. Apenas llego a la estación con
diez minutos de margen. Y la verdad es que me dirijo a mi destino sin saber
prácticamente nada sobre él, sin haber podido dedicar tiempo a documentarme. Es
mi primer viaje a Portugal.
A las 20:45, el Tren Hotel 313
procedente de Hendaya irrumpe en la estación de Gasteiz. Al poco, la
silueta de Joseba se asoma por la entrada de un vagón, indicándome nuestro
compartimento. Joseba ya ha tenido ocasión de conocer a uno de nuestros
compañeros de compartimento, un joven que viaja a Lisboa acompañando a su
novia, que va de Erasmus.
Primera sorpresa. La chica no está
aquí, tiene otro compartimento, en este tren no hay compartimentos mixtos.
¿Anacronismo? ¿O modernidad y signo de los tiempos? Joseba me recuerda que
cuando hicimos el Interrail, sí que había compartimentos mixtos. Nosotros al
menos no tuvimos problema.
Finalmente el chaval pasará la tarde en el compartimento de su novia, y apenas tendremos trato. Justo al contrario que con la pareja de navarros que también montan en Gasteiz, un matrimonio de Puente La Reina más o menos de nuestra edad. Aunque al arisco aldeano que soy se le hace bastante complicado entablar conversación con desconocidos, afortunadamente para Joseba esto es sencillo, y rápidamente estamos en animada charla con la pareja, acompañada por unas berenjenas rebozadas de mi huerta y regadas por una botella de vino que Joseba ha tenido la buena idea de traer.
Por un momento la escena parece
sacada de una estampa de otra época, allá por los 60 ó 70 del siglo pasado,
cuando estos trenes iban abarrotados de trabajadores emigrantes españoles y
lusos, con destino a las Europas. Cómo cambian los tiempos, quién podría
adivinar que los hijos y nietos de esas gentes tan habituadas a marchar por
necesidad a buscar fortuna, miraran ahora con temor y recelo a los que vienen a
sus tierras en busca de seguridad y futuro. Y quién podría imaginar que estas
líneas se dedicarían ahora a transportar turistas en lugar de obreros.
La conversación fluye saltarina,
cambia de tema con agilidad, salta de la decadencia de los trenes nocturnos a
la memoria histórica (o más bien a su ausencia), para acabar desparramándose en
los vericuetos de las miserias y batallitas familiares, y locales, fruto de la
Guerra Civil.
A todo esto, pasadas las 23:00, una
azafata irrumpe en el compartimento para instalar las literas. Nos despedimos
de la mujer y nos instalamos para dormir. Previamente hemos explorado
brevemente el tren, hemos recorrido los estrechos pasillos hasta llegar al
vagón restaurante, he observado fascinado el desagüe del WC, hipnotizado por el
remolino que con un curioso sonido succiona los líquidos al tirar de la bomba y
abrirse la compuerta inferior… ¡Dios, que de pueblo me siento algunas veces!
Las literas son cómodas y
espaciosas. Agua, cepillo de dientes, la cama bien hecha… todo impecable y
pulcro, sin una mota de polvo. El tiempo se ralentiza, mecido por el traqueteo
y vaivén habituales del ferrocarril. Por primera vez en varios días las prisas
me han abandonado y me siento por fin libre, sin compromisos. Ignorante de lo
que me deparará el día de mañana, y feliz de serlo. Otra vez en el camino, de
viaje…
Un par de veces la próstata me
despierta y me dirijo al servicio. Cada vez, me encuentro en el estrecho
pasillo con un negro gigantesco envuelto en una camisa multicolor. Siento
cierto miedo. Aprensión de “blanquito” provinciano.
![]() |
Porto, estación de Sao Bento |
Hay que adelantar el reloj una hora
para entrar en Portugal. Serán cosa de las 02:30 h cuando unos golpes en la
puerta nos despiertan. Es la policía. La “fiscalizaçao” descrita por Joseba en
la anterior entrada. Los modales de los agentes son corteses, pero ¿no habíamos
quedado en que en Europa no había fronteras internas? Son cuatro o cinco, y un
perro. Están bastante tiempo haciendo comprobaciones con nuestros carnets,
llamando por teléfono. Un rollo. La historia termina con una denuncia al chaval,
por “deshonesto”. Si hubiera entregado el costo a la primera, le dicen, se lo
habrían requisado y punto. Ahora tendrá que presentarse dentro de dos días en
un juzgado de Oporto. Un rollo. Lo peor de todo es que yo hubiera querido
interceder por el chaval ante esos polis bastante más jóvenes que nosotros,
decirles que solo eran unas chinas, pero no me he atrevido.
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